domingo, 27 de enero de 2013

41.

A las nueve menos cuarto en la estación de tren del Barrio del Carmen, odio madrugar cuando no son sus caricias en mi espalda las que me despiertan de buenas formas.

 Alba me espera allí, para una más que forzada despedida entre muchísimos vagones y penúltimos besos. Supongo que irá sin peinar, con un cigarro en la mano, ropa ancha y media sonrisa obligada. Se va una semana a Barcelona, a la universidad de Pompau Fabra.

 Debería estar radiante, pero no es así, está fría, distante. Quizás haciendose a la idea de tener que mudarse a ahí, olvidando de una vez lo nuestro. Siempre dijo con cierto aire triste que esto era un historia de un día que se había hecho ya demasiado larga. 

Yo me quedaría aquí, sin saber si podría aprender a volver a vivir sin ella. No quiero que su olor a primavera deje de calar hasta el último rincón mis pulmones cada mañana, al  pasar cerca de aquella cama, donde no hace tanto vivimos rápido, extasiados y sin ningún tipo de preocupación más allá de  que continuase el estruendo amor reventando muelles.





viernes, 25 de enero de 2013

48.

Una llamada espontánea y su voz temblorosa al otro lado del teléfono. Alba ésta en la playa, en casa de sus padres y quiere que vaya, dice que no aguanta un día más sin verme. Me espera en la cala, es su pequeño rincón de tranquilidad, que a mí me ha enseñado hace tan poco.

Comienzo a preparar la mochila; un bañador, zapatillas y una camiseta verde. No quiero tardar, pero el camino es largo y hoy me van a pesar a plomo los kilómetros.

Aparco lejos, prefiero andar antes que estar dando vueltas por la costa. La brisa marina la tapan algunos edificios, es el calor quien parece abrazarme. Cada vez falta menos, ya veo las escaleras blancas y escucho las olas rompiendo a lo lejos. Ella está ahí, muy cerca de la orilla, acostada en la toalla, mientras escucha música y mueve alegremente sus pies.

Intento que no sé de cuente de  que he llegado para darle un susto por la espalda. Le quitó un auricular y se da la vuelta de repente. Su cara de improvisto se tuerce hacia una sonrisa al reconocerme, y pasa por detrás de mi espalda sus brazos.



lunes, 14 de enero de 2013

Eras el último rincon.

Sentimientos de fondo gris que inundaban balcones fríos, aquellas noches de octubre mientras el mundo se desmoronaba y tú te reías de tus propios abismos.

Ya no queda nada de ti, ni tú mas pequeña sonrisa en esa nuestra última despedida, ni todo el orgullo que tragaste para decirme una vez más eso de que me querías. Fuiste tan difícil, complicada e imposible que me costó la vida llegar a entenderte para que ahora te vayas con lo puesto, llevándote contigo a las musas , esas que a veces, en tardes aburridas aparecían para hacer que pudiese escribir autenticas virguerias.

domingo, 6 de enero de 2013

Adicciones peligrosas

Hace tiempo que me siento encerrado en una canción de esas ideadas para niñatas adolescente, donde suena una y otra vez eso de "son sueños"

Que obsesión más ridícula es pensar que todavía existes cuando yo fui quien te perdí esa tarde de mayo, mientras los últimos rayos de sol de un día un  poco triste se colaban de par en par por mi ventana. Susurraba el viento a gritos tu nombre y yo solo quería escribir para no dejar oportunidad de olvidarte.

Tú te rompías y solo quedaba el silencio gritándome eso de que te necesitaba, arañando con fuerza y descaro mi cara salpicada de ojos llorosos llenos de tu nombre. Me dejó marcado tu forma de tocarte el pelo y  ese último pliegue que en tu sonrisa a veces se dibujaba cuando estabas conmigo, entre idas y venidas de sábanas.

Pasan los lunas y aquí sigo, esperándote, esperándote como un tonto. Pensando que al girar la esquina estarás, como ya estuviste antes, con esa mirada enigmática que me obliga a hablarte al oído y a morderte fervientemente el cuello.