viernes, 14 de junio de 2013

21.

Que distinto se ve el mundo desde su terraza, con el amanecer galopante escribiendo a dentelladas en su cuerpo. Es el tercer martes que disfrutamos juntos, pero todavía no sé que tiene esta chica para haberme quebrado por completo, alargando mis largas noches con el penúltimo éxtasis de sus dedos trasnochando mis venas.

Has arrasado con mi vida, con todo, demostrándome aquello que me dijiste el primer día al conocerte. Eres única, como el fulgor de tus ojos al mirarme, o la forma que tienes de cantarme al oído en un hilo de voz para despertarme.

Envidia me tendrían que tener todos por estar aquí esta mañana, en tu casa, mientras me enseñas ese pequeño cofre en el que te guardas, para esas ocasiones caóticas en las que ya no sabes ni quien eres. Inseguridades inéditas que se te escapan entre los labios.

Eres lo mejor que me ha pasado, y me da igual aquellos que me pinten de niñato enamoradizo; ninguno sabe lo que es intentar rescatar de mis adentros dos frases para describirte y no encontrar palabras, como si se las hubiera llevado todas de un golpe el viento.