lunes, 5 de agosto de 2013

8

Lo último que terminé está fechado a finales de septiembre del año pasado, se titula "Esperanza", pero ahora tampoco recuerdo lo que ansiaba. Desde entonces no he sabido en que ocupar un folio, mis manos inútiles han olvidado la inspiración de antes, y ya nunca bajan las musas.

La desesperación sí me ha llegado cada noche, en forma de pesadillas o de vueltas en la cama. El destino se ha divertido conmigo como un gato juega con un ovillo de lana. Me he sentido pequeño, viendo las madrugadas pasar harto de insomnio.

Me había  perdido en el desierto, hace siete días me dí cuenta. Se cruzó en mi camino un espejismo de carne y hueso, que me hizo caer en lo olvidado; solo se mueven ágiles los dedos sobre una hoja en blanco cuando se tiene algo que contar, nunca antes. Al llegar a casa rellene unas pocas líneas, por el placer de atrapar en tinta imborrable una belleza efímera. Las leí mil veces, garabateé un 1 encima, y ahí sigue, en la mesilla.

Ayer por la mañana volví a verla, todo un golpe de buena suerte. Venga, Alex, no puedes dejar que se vaya sin saber su nombre, me repetía antes de acercarme a ella.  Medía sobre metro setenta, pelo castaño, piel morena, y sus dientes tímidos se esconden tras sus labios. Tiene los ojos verdes, infinitos, perfectos para no encontrarme en ellos. Acaba de cumplir 23 años, no me ha querido decir lo que estudia y se llama Alba.